Un día fui niño

Un día fui niño, jugaba la mayor parte del tiempo, reía e imaginaba a veces cosas fantásticas otras más cercanas a mi realidad, sin embargo no me preocupaba, mamá se encargaba de eso me ocupaba de aquello me gustaba hacer, la pelota, los carros, la bicicleta, la troca roja que un día papá me regaló.

Poco a poco fui creciendo y cambié, ya no reía tanto ni imaginaba o quizá sí pero diferente. Al igual que yo el juego cambió ahora era competencia de fuerza, agilidad, valor todo lo que me acercara a ser un hombre adulto o lo que se decía que debía ser uno como adulto varón y así comencé a buscar lo que otras personas querían que fuera y dolió, dolía porque implicaba dejar de ser y hacer aquello que en esencia me gustaba y aparecieron las dudas, ellas me llevaron a descubrir que vivencias de la infancia cobran un sentido distinto en la adolescencia, con razón tanto lío y confusión en esa etapa, pero a la vez fue lindo saber que no me había deschavetado, al menos no del todo.

Logré ser un individuo funcional sin embargo dependiente, ¿de quién?, de quien se dejara o se acercara lo suficiente y me hiciera sentir el amor que yo no me sabía dar. Así herí y me hirieron tantas veces que el corazón ya no sabía de dónde surgía el dolor, la tristeza, la ira, la soberbia, quise alejar esos sentimientos de mí, disfrazarlos, distraerlos, hasta que un día supe que si lograba juntar el valor podría hablar con esos sentimientos, relacionarme con las emociones y saber qué hacían en mi vida y lo supe.

Al saberlo volvió el dolor o quizá no se había ido, pero ya no sufrí, entonces crecí pero al contrario de lo que pensaba que era crecer y me encontré otra vez como niño, más no me volví niño, sino que como niño me permití de nuevo soñar, anhelar e imaginar desde mi interior y sonreí como lo hacen las niñas y los niños cuando descubren algo y me comprometí a descubrir, probar y explorar sin prisa, a no dar por sentado que estoy en lo cierto o que es verdad mi verdad y no hay otra.

Al hacerlo me he hecho cargo de mi inocencia de niño, de mi impulsividad de adolescente y de mi responsabilidad como adulto, no siempre en armonía, sigo siendo un lío en muchas cosas más ahora no lo sufro, me detengo, reflexiono y me animo, converso con el dolor, el enojo, la tristeza o la alegría, reconozco que están presentes por algo y agradezco.

Agradezco y suelto, acompaño, comprendo y atiendo lo que puedo, lo que está en mí cuando lo veo, antes no puedo, ahora lo sé, pareciera obvio saber que no es posible atender algo que no ves, sin embargo no es así. También sé que como yo cada persona en mi vida tiene sus ritmos y sus demonios, así les digo yo a esas cosas que nos asechan y no vemos pero que como en el cuento de Maurice Sendak, representan nuestras vivencias.

Es por ello que aprecio a las personas que han pasado por mi vida, aun cuando su presencia me haya lastimado, sé que yo también lo he hecho y más allá del Karma es la experiencia humana, imperfecta de ahí que sea interesante, al menos para mí que ahora trato de verla con ojos de niño ese que miraba curioso, que rompía cosas para probar su resistencia y se sonreía al descubrir.

Aun cuando lo que descubra hoy duela puedo ser libre y apreciar la libertad en quienes me acompañan y así crecer como adulto recordando que un día fui niño.            

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